jueves, 12 de marzo de 2009

Para el chico de New York

Hace días, mientras hacia un recuento de mis tantos amores fallidos, recordé el día que te conocí. Me atrevo a escribir esta historia por que, a pesar de todas las circunstancias, representaste en mi vida el sentimiento más real que haya experimentado.

Nunca pude tomar tu mano, pasear a tu lado, sentir tus labios y decirte de frente todas las sensaciones que provocabas en mi. No pudimos embriagarnos en algún bar. No compartimos un cigarrillo mientras nos envolvíamos en las largas pláticas nocturnas. No pude verme en tus ojos como tanto deseaba. Aun así, te quise como a nadie.

El día que te conocí fue un tanto tenso, mi inglés era bastante malo y tu intento por entender mi español no fue mejor. Creí que ni siquiera tendríamos la oportunidad de una segunda plática. Contra toda posibilidad, nos aferramos en saber mas uno del otro. Recuerdo que un día me hablaste y no podía entender ni media palabra, tu sólo reías de mi. Poco me importó porque en realidad me veía graciosa con mi cara de “what” tratando de descifrar lo que decías. La verdad me perdí en el sonido de tu voz, Me enamoré de tu voz… me imaginé que hablábamos uno al lado del otro y casi pude sentirlo. Fue el inicio de un amor disfrazado de amistad.

Todo empezó con una tonta explicación mía tratando de que entendieras la diferencia entre un “te quiero” y un “te amo” en contraste con el “I love you” que se aplica para decir ambas cosas. Dudo si comprendiste, pero si se que en ese momento, descubriste que estabas dentro de mi corazón y que, pese a toda lógica, yo estaba dentro del tuyo.

Aprendí tanto de ti. Aprendí que la distancia no limita los sentimientos que se pueden albergar cuando una persona es importante. Aprendí que un “te quiero” puede volar miles de kilómetros y estacionarse en el lugar más recóndito del ser. Aprendí que cuando alguien te ama está contigo aun cuando no lo puedas ver. Aprendí que si alguien te ama, el cansancio no le impide desvelarse junto a ti cuando tienes algo importante que contar y aprendí a quererte cuando, a pesar de no tener cosas importantes que decir, te quedabas a mi lado sólo por estar, por hacerme saber que te era importante hasta en lo mas trivial. Aprendí que el sarcasmo no lastima cuando alguien que te ama lo usa para bromear. Aprendí a echar a volar mi imaginación y soñar con un día poderte encontrar. Aprendí a rezar, y en cada rezo pedía a Dios darnos vida, darnos fuerza y ayudarnos a que nuestro amor perdurara. Aprendí a desear los sueños de alguien más como si fueran los propios. Aprendí a confiar en alguien a pesar que todo indicaba lo contrario.

Podría describirla como una mágica historia de amor, pero hasta la historia mas bella tiene un final común y corriente y a la nuestra le llegó el suyo. No pude ver cuando la esperanza se me escapó de entre los dedos y me descubrí luchando una guerra que ya se había perdido… aun después de todo me quedan los recuerdos de “los buenos tiempos” y no puedo evitar pensar en lo que pudo ser, no puedo evitar pensarte y desear haber podido contar al mundo nuestra historia a través de la canción “ella y el” que describía a la perfección nuestra pequeña y fugaz historia de amor.


Te Dua Shume Roni







No hay comentarios: